AGUAS DE TETUÁN
En el entorno de Amaniel se produce una confluencia singular de tres elementos básicos en el abastecimiento de agua a Madrid. Si trazamos un diámetro imaginario entre la esquina de la Dehesa de la Villa y el extremo sur del acueducto del Canal Bajo que aflora en la Avenida de Pablo Iglesias (Amaniel), descubriremos que un círculo de 400 metros de radio nos encontramos con tres infraestructuras de agua históricas:
1.- Los viajes de agua a Madrid, teniendo especial valor los restos de la arqueta y galerías en la zona conocida como Caño Gordo, en el parque de Juan XXIII. También son de destacar los “capirotes” de la Dehesa de la Villa.
2.- El Canal de Isabel II, representado por la primera conducción de agua a Madrid de 1858 (Canal Bajo), que aflora en la Avenida de Pablo Iglesias (acueducto de Amaniel), así como en su recorrido por el parque de Agustín Rodríguez Sahagún, junto al Paseo de la Dirección (acueducto del Obispo, de los Barrancos, de Valdeacederas, de Miramelindo, de las Carolinas, de la Traviesa y de los Pinos, además de la almenara del Obispo).
3.- Los restos del “Canalillo”, del que se conserva su traza en la Dehesa de la Villa y en el parque Juan XXIII, así como un recuerdo de su vaso en el parque de Ofelia Nieto. Una parte del mismo permanece “ocupado” (en contra del planeamiento urbanístico vigente) por la residencia de profesores de la Universidad Complutense.
En Madrid es difícil poder ver las infraestructuras históricas de la traída del agua, pero lo que resulta extraordinariamente singular es encontrar tan próximos tres de estos elementos. En un momento en el que gran parte de la ciudadanía ignora la historia de las traídas de agua a Madrid, su origen y el esfuerzo para poner a disposición de todos este recurso, Amaniel parece repleto de valores y significados a proteger, revirtiendo el progresivo abandono y destrucción de sus elementos.
1.- EL VIAJE DE AGUA DE AMANIEL O DE PALACIO
Este sistema fue durante varios siglos el único medio para abastecer de agua a la población de la capital del Estado. Consiste en una original técnica de captación de distintos manantiales y pozos, que reunían y encauzaban el agua mediante galerías de piedra y ladrillo hasta llevarla a los lugares de consumo ya fueran fuentes públicas o abrevaderos. En una ciudad de terreno arenoso –que filtra bastante bien las aguas de lluvia- y con numerosos canales freáticos que discurren por el subsuelo, los viajes de agua bastaban para surtir a una importante población que no paraba de crecer.
Pero el viaje de agua de Amaniel tiene una especial importancia pues las captaciones que se originaban en tal lugar tenían como destino el regio Alcázar, y desde el siglo XVIII el Palacio Real, al que se llegaba a través de una galería visitable de unos cinco kilómetros con sus correspondientes acueductos, como el descubierto en la plaza de Ópera que salvaba el barranco de los Caños del Peral, ya en las inmediaciones del Palacio. En la Dehesa dela Villa quedan, además de las galerías, los respiraderos de los pozos con sus tapas trocopiramidales de granito, que se distribuyen por todo el parque (“capirotes”) y llegan hasta el parque de los Pinos, en Ventilla, hoy segregado, pero perteneciente al mismo conjunto.
Hace unos años se descubrió la “fuente de Caño Gordo”, pilón en el que desembocaban dos de las minas o galerías de este viaje de agua, hoy integradas en un parque junto al paseo de Juan XXIII gracias al trabajo desarrollado por la Coordinadora “Salvemos la Dehesa de la Villa”.
2.- EL CANAL DE ISABEL II
El crecimiento exponencial que tuvo Madrid durante el siglo XIX ocasionó el que se hicieran dos grandes planes: el derribo en 1860 de la cerca fiscal de Felipe IV para poder ejecutar el Plan Castro de ensanche del Casco Histórico, y en 1857 la construcción del Canal de Isabel II que traería el agua desde los embalses del río Lozoya emplazados en la Sierra de Guadarrama.
Parte del trazado de entrada en Madrid se hizo atravesando
la accidentada topografía de la Dehesa de Amaniel y de la Huerta del Obispo, lo
que dio lugar a la aparición de varios acueductos, el mayor de los cuales
–denominado precisamente Acueducto de Amaniel- tiene 17 arcos y está situado en
el encuentro del paseo de Juan XXIII con la calle de Pablo Iglesias. Toda esta
obra se debe a los ingenieros Juan Rufo y Juan de Ribera que crearon para
estos lugares otras seis importantes
estructuras de ladrillo con basamentos y refuerzos de piedra de granito, además
de un aliviadero conocido como Almenara del Obispo, que en una histórica foto
de Clifford se muestra en forma de espectacular cascada de varios saltos de
piedra y ladrillo.
La importancia y la trascendencia histórica de este canal le hacen merecedor de ser protegido como Bien de Interés Cultural, aunque tanto la almenara como los acueductos se hallan en buena parte enterrados y tratados con bastante descuido, situación que se ha visto agravada con la construcción de un viario de gran capacidad en el antiguo Paseo de la Dirección, el cual debe su nombre al hecho que se trataba de un camino construido para el servicio de mantenimiento del propio canal desde la Dirección del mismo.
3.- EL CANALILLO
Con la finalidad de aprovechar las aguas sobrantes del Canal de Isabel II, se construyen canalillos en los terrenos que bordean por el norte el caserío de Madrid, para abastecer zonas de huertos y propiciar la aparición de casas y villas con jardines. Al otro lado dela Castellana, en lo que eran los Altos del Hipódromo se hace la Acequia del Este, cuyos restos todavía se pueden ver en la Colina de los Chopos junto a la Residencia de Estudiantes. En la propia Dehesa, la Acequia del Norte –enlazada con la anterior a la altura de la actual plaza de Lima- serpenteaba siguiendo las curvas de nivel necesarias para cruzar el arroyo Cantarranas, y continuaba por las laderas de los cerros de la Dehesa de la Villa hasta adentrarse en terrenos del municipio de Fuencarral.
En su recorrido
surgieron pequeñas colonias como la de la calle Pirineos o la del borde de la
calle Mártires Maristas, e incluso alguna casa dispersa, pero lo apartado del
lugar y la compleja topografía frenaron las posibilidades de nuevas urbanizaciones.
De esta Acequia del Norte queda un trozo convertido en ría del parque Ofelia
Nieto y buena parte del trazado convertido en paseo de la Dehesa de la Villa,
aunque la destrucción y desecación que se hizo del mismo hacia 1978 supuso una
catástrofe en la frondosa vegetación que crecía alimentada por el curso de
agua.
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