viernes, 22 de abril de 2022

Rutas urbanas: Tetuán, 1900






 MADRID


1.- Ermita de San Antonio Abad, hoy parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles-Calle Villaamil. 2.- Capilla y local de la Asociación católica de señoras de Madrid-Calle Lope de Haro.

Parroquia Santa María la Mayor (actual)

La parroquia matriz Santa María la Mayor de estilo neomudéjar (de finales de 1800 y principios de 1900) por lo que se indica como fecha de construcción hacía 1900, Tras la quema del templo en los años 30, su remodelación, una década después, terminó por borrar cualquier vestigio del ladrillo original.

Vivienda obrera. Villaamil, 4

LA HORDA
(Vicente Blasco Ibáñez)

"Zaratustra, que se preciaba de conocer a todo Madrid, había oido hablar de alguna de estas damas devotas cuando eran jóvenes, y reía, guiñando sus ojos lacrimosos. El diablo, harto de carne...Regalaban a las traperas una sábana por año, y arroz y castañas por Navidad; pero las obligaban a oir la explicación de la Doctrina dos veces por semana. En Carnaval había gran reunión, para pedir al Señor que perdonase las locuras del mundo, y comenzaba la fatigosa época de la Cuaresma. Las que faltaban a estas grandes solemnidades perdían la sábana."



3.- Iglesia y convento de Religiosas Mercenarias de San Bernardo-Bravo Murillo, 100. 4.- Convento Noviciado de los Hermanos de la Doctrina Cristiana-Bravo Murillo, 96. 5.- Colegio de niños dirigido por los anteriores-Bravo Murillo, 96. 6.- Nueva Delegación de Vigilancia y Prevención civil del Norte-Bravo Murillo, 70.

Iglesia y convento de Religiosas Mercenarias




Convento Noviciado de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Colegio Maravillas





Calle Hernani, 1904

CARNAVALES

"Al llegar Maltrana a Bellasvistas, creyó ver la reproducción animada de un cuadro de Goya. Varias muchachas desgreñadas, de las de la busca, manteaban un pelele: un traje viejo lleno de paja, con enormes tumores, calzado con unas botinas rotas y rematado por una cabeza de cartón. Un grupo de mozuelos intentaba arrebatarlas el pelele para para llevárselo prisionero a la taberna, y las greñudas, armadas de escobas, defendían a golpes el monigote. Corría el grupo por los desmontes con la algazara de la lucha; rodaban por el suelo algunas de las combatientes con tal ímpetu, que dejaban al descubierto las roñosidades de su interior".

Viviendas en Bellas Vistas construidas por La Constructora Benéfica en el camino de Leñeros en 1898. 

Planta del grupo de viviendas unifamiliares adosadas en la calle de La Constructora Benéfica, actual calle de Avelino Montero Ríos. La promoción constaba de18 viviendas unifamiliares a doble altura y patio trasero. 1883



7.- Estación del tranvía del Norte-Bravo Murillo, 75. 8.- Punto donde concluyen los tranvías del Norte y empieza el de la Ciudad Lineal a Chamartín y Fuencarral-Bravo Murillo. 9.- Fielato de consumos de los Cuatro Caminos-Glorieta del mismo nombre. 10.- Escuela municipal de niños núm. 61 y de párvulos núm. 22-Guipúzcoa, 4. 11.- Escuela municipal de niñas núm. 21-Artistas, 1. 12.- La Cuna de Jesús del Asilo de San Fernando, por las siervas de María. Hoy Pacífico, 13.


Cochera de tranvías de Cuatro Caminos. 1937

En los Cuatro Caminos 
(El Imparcial, 3 de agosto de 1897)

El origen del motín. 
 
En esta zona reside el célebre Canuto González, quo es uno de los del concierto, y sus compañeros Cernuda, el Guerrillero y otros varios sujetos hasta el número de veintitantos, empresarios todos del singular arriendo hecho por el alcalde.

La mayoría de los establecimientos amanecieron cerrados, sin que sus dueños intentaran ni por un instante faltar al acuerdo adoptado por todas las zonas. 

No hicieron lo propio los concesionarios del concierto, y en especial el famoso Canuto, que a las seis y media de la mañana abrió de par en par las puertas de su tienda, situada en al número 92 de la calle de Bravo Murillo, sacó los veladores que acostumbra a colocar en la acera y comenzó á pavonearse del triunfo obtenido con el alcalde por él y sus compañeros enfrente de todas las zonas.

Algunas mujeres comenzaron á increparlo y Canuto contestó insultándolas. 

—Aguarda—dijeron las verduleras—que en cuanto quitemos el puesto, cosa que será enseguida, vas á ver de qué te sirven los humos. 

La ocasión no podía ser más á propósito por que las autoridades después de tomar tantas precauciones a destiempo no habían dejado allí en el momento oportuno más que una pareja de la Guardia civil y unos cuantos agentes de seguridad.

Municiones abundantes había en la carretera, pues el Ayuntamiento que provoca los motines, no quiere que estos se malogren por falta de proyectiles, y desde tiempo inmemorial tiene interceptada la calle de Bravo Murillo con grandes montones de enormes pedruzcos. 

No haría ni media hora que Canuto había abierto su establecimiento cuando las verduleras, en unión de otras mujeres que formaban un compacto grupo, se presentaron ante la tienda del más impopular de los contratistas. 

Empieza el motín 
 
Agitando banderas con distintos lemas y al grito de «Muera Canuto», comenzaron a apedrear la tienda de este. 

A las primeras descargas comenzaron a rodar veladores, frascos, botellas y vasos. 

En pocos instantes todo quedó hecho añicos. Las escasas fuerzas de que hemos hablado trataron de apaciguar a las amotinadas, pero sus esfuerzos quedaron inútiles, Los dueños del establecimiento se apresuraron á cerrar las puertas, pero no consiguieron calmar el encono de aquellas furias. 

¡Muera Canuto! ¡Muera el alcalde! ¡Abajo el concierto! gritaban al mismo tiempo que una verdadera lluvia de piedras caía sobre puertas y ventanas, que no tardaron en saltar hechas pedazos. 

Aunque los concertados, que habían abierto en un principio, cerraron al ver el giro que tomaban los sucesos, de nada les sirvió esta precaución y momentos después, generalizada la pedrea, eran victimas también del enojo popular. 

La tienda de Canato, más que saqueada, fue destruida; la anaquelería deshecha y los pellejos de vino abiertos á navajazos para que se vertieran, 

El follaje que había colocado á la entrada con motivo de la flesta que debía celebrarse, también lo arrancaron las mujeres. 

Frente al establecimiento de Canuto existe otro titulado Punta Brava en el número 77. 

Las puertas son de hierro y á pesar de esto quedaron abolladas. Tanta era la furia con que las apedreaban las iracundas mujeres. 

La tienda de comestibles titulada «Las Carolinas», la carnicería del Guerrillero, la de Cernuda, la de Silverio Espinosa, el merendero de Dovao y unos veinte establecimientos más sufrieron igual o parecida suerte.

Llegada de refuerzos

Todo esto pasó en poco más de una hora. 

A las ocho próximamente subió a galopa tendido, por la calla de Bravo Murillo, un piquete de la Guardia civil de caballería de 50 números.

¡Viva la Guardia civil! gritaron las mujeres que ocupaban la glorieta de los Cuatro Caminos, la calle de los Artistas y la de Bravo Murillo. 

Los guardias civiles trataron de deshacer los grupos metiendo sus caballos por entre la gente, pero todo resultó inútil porque las amotinadas volvían á reunirse otra vez. 

Rasgo simpática 

Al saltar la cuneta de la carretera, uno de los caballos tropezó y cayó al suelo, arrastrando al ginete. 

Las mujeres se precipitaron sobre él, y llenas de solicitud levantaron entre todas al caballo, incorporaron al guardia, le abrazaron, le besaron y le ayudaron á montar en medio de grandes aclamaciones a la benemérita, que es la destinada á sufrir siempre las consecuencias de loa desaciertos de nuestros alcaldes. 

Una carga
 
A pesar de todas estas manifestaciones de cariño, y a pesar de la admirable prudencia que mostró ayer la Guardia civil, como los grupos no querían disolverse y la pedrea continuaba, hubo necesidad de simular una carga con los caballos sin desenvainar los sables. 

Al primer amago que hicieron los guardias, se dispersaron los grupos.
 
Asalto al tranvía 

El más numeroso de ellos tomó por asalto el tranvía de Tetuán, con el intento de trasladarse a dicho pueblo. 

Esto era imposible, porque al tranvía habían subido, apiñándose de un modo inverosímil, unas ochenta personas. 

El mayoral y el cobrador se negaron á conducir á tanta gente y retiraron las muías. 

En este momento llegaron numerosas fuerzas de agentes da seguridad, que obligaron a los revoltosos a desalojar el vehículo. 

Con el auxilio de los guardias pudo escapar el tranvía hacia Tetuán, suspendiéndose desde este momento el servicio, que no se reanudó hasta las cuatro de la tarde. 

Insistencia de los grupos
 
El que intentó asaltar el tranvía decidió hacer a pie el viaje á Tetuán, y así lo puso en práctica; pero la situación, aunque mejorada, no llegó á despejarse por completo.
 
En pocos momentos, delante de las casas de los concertados, y en especial de la de Canuto, se formaban nuevos grupos que reanudaban inmediatamente la pedrea; de cuando en cuando asomaban por las boca-calles infinidad de mujeres y chiquillos, que obligaban a los guardias civiles a abandonar los cobertizos en que se hallaban guarecidos para defenderse de los ardores del sol, y a salir a la carretera para cerrarles el paso. 

El encono contra Canuto era tanto, que no pasaba ni un solo minuto sin que una o dos piedras tiradas desde lejos fueran á chocar contra la puerta de su establecimiento.
 
Piedras y baile
 
Convencidas las mujeres de que no era ya fácil reproducir el ataque acercándose a las casas en actitud hostil, cambiaron de procedimiento. 

En grupos de 15 ó 20, los cuales no se componían sólo de viejas, sino también de jóvenes y muy reales mozas, se aproximaban poco a poco a las tiendas apedreadas y comenzaban a cantar y bailar la jota, inventando letras en que ponían de oro y azul a los arrendatarios. 

—Hoy no se come—decían,—y cantando, bailando y riendo, celebraban con burlas los destrozos que habían hecho por la mañana . 
Los improvisados bailes terminaban siempre por la intervención de los guardias, porque las mujeres acababan indefectiblemente apedreando la puerta más próxima. 

—¿No se celebra hoy la fiesta de los Angeles! —preguntó un guasón.
 
—¿Pero quiere Vd. más fiesta? — respondía otra de las mujeres. 

Aumenta la excitación 

A la una de la tarde, cuando todo parecía reducido a los bailes, fácilmente disueltos, y a la indispensable pedrada que de cuando en cuando había de caer sobre la puerta de Canuto, un grupo numerosísimo apareció por lo alto de la carretera.
 
Era el que fue á Tetuán, que regresaba.
 
Los que se hallaban en los Cuatro Caminos, al ver aquel refuerzo, reanudaron los gritos y la pedrea. 

La Guardia civil tuvo que desplegar y salir al encuentro de los de la carretera, al mismo tiempo que disolvía los grupos de la glorieta. 

Entonces llegó un nuevo piquete de Guardia civil de caballería, que venía a relevar, pero la situación se había agravado y el relevo no se verificó. 

Las fuerzas acumuladas

A la hora indicada había en los Cuatro Caminos una compañía de agentes de seguridad, cien guardias civiles de a caballo y unas diez o doce parejas de infantería. 

Después llegaron más guardias de seguridad, numerosos oficiales de este cuerpo y su jefe, el coronel Morera, que ya había estado por la mañana. 

Crece el peligro.- Una carga
 
A medida que avanzaba la tarde, la actitud de los revoltosos era más hostil o insistente. 

A cada momento por la calle de los Artistas, por lo alto de la carretera, por las bocacalles que dan á la misma asomaban numerosos grupos que trataban de reproducir el ataque á las tiendas. 

La Guardia civil corría de uno á otro lado y todo era inútil, porque los grupos se replegaban para presentarse por otra parte y la gente no hacía ya caso de nada . 

La glorieta de los Cuatro Caminos estaba llena de curiosos, que habían acudido de Madrid en los tranvías al tener noticia de lo que pasaba. 

Existía el fundado temor de que al llegar la noche ocurriera allí algo gravísimo si la gente de los Cuatro Caminos, conocedora del terreno, intentaba aprovecharse de la oscuridad para realizar cualquier locura. 

Y como el motín en vez de aminorar arreciaba, los guardias do seguridad formaron entonces en el centro de la glorieta y desenvainando los sables dieron una carga. 

Esto produjo las consiguientes carreras y la glorieta y la calle de Bravo Murillo quedaron despejadas. 

Por fortuna, todo se redujo a algunos sablazos de plano. 

El gato de Canuto 

Las mujeres, ya quo no pudieron echar mano á Canuto, lograron apoderarse de su gato. 

El pobre animal sufrió la suerte que hubiesen querido destinar á su amo, y en medio de una gran ovación fue ahorcado. 

No contentas con esto las amotinadas despellejaron al gato, y después de pasearlo por varios sitios lo colgaron delante de la puerta de Canuto. 

¿Pero habrá arreglo? 

En este momento comenzó á circular la noticia trasmitida por las mismas autoridades de que estaba arreglado todo. 

Poco después aparecieron los comisionados, que dieron cuenta al vecindario de su entrevista con el alcalde. 

Lo ofrecido por éste no satisfizo á nadie. 

Casi al mismo tiempo apareció el gobernador civil, señor conde de Peña Ramiro, quien al saber que los de las zonas no se contentaban con otra cosa que con la rescisión del contrato, ofreció tomar como cosa propia su anulación. 

Esto, más que las cargas, tranquilizó los ánimos, y la multitud aclamó entusiasmada al conde de Peña Ramiro. 

Poco á poco comenzaron a desfilar curiosos y amotinados, y la tranquilidad ya no volvió a turbarse, aunque continuaron las precauciones. 

En Tetuán 

Las turbas de mujeres y chiquillos que en tropel llegaron á las once de la mañana a dicho pueblo, empezaron a apedrear una carneceria propiedad del titulado Guerrillero, y gracias a los consejos acertadísimos del teniente de la Guardia civil D. Valeriano Molina, á los veinte minutos habían abandonado a Tetuán, quedando éste en completa tranquilidad. 

Pero por si no había bastante excitación con la de los Cuatro Caminos, los que formaban la ronda de los contratistas de las zonas se encargaron de soliviantar los ánimos en Tetuán. 

A las seis de la tardo se pusieron a merendar en la carretera, haciendo alarde de su valor, el Guerrillero acompañado de siete individuos de la citada ronda, entre los que se hallaban los apodados el Maño y Penagos

Momentos después y procedente de los Cuatro Caminos, entró en Tetuán un numeroso grupo que iba a anunciar, como se creyó en un principio, que se había suspendido el arriendo.
 
La noticia irritó a los de la ronda, y el Guerrillero se dirigió a su casa y cogió una tercerola. 

Trató su mujer de sujetarlo, pero el Guerrillero, furioso, la maltrató y salió a la calle disparando un tiro sobre la multitud. 

Esta contestó con una descarga de piedras.
 
Penagos, el Maño y sus acompañantes acudieron en auxilio del Guerrillero, provistos también de armas de fuego, con las que empezaron a disparar.
 
Indignados algunos vecinos da Tetuán, salieron también en persecución de los del resguardo, que al ver la lluvia de piedras que caían sobre ellos, se dieron a la fuga.
 
La Guardia civil de Tetuán, que se presentó inmediatamente, logró capturar a los rabiosos vigilantes, que fueron puestos á disposición del juzgado municipal de dicho pueblo.
 
La tranquilidad quedó restablecida, pero el suceso causó en el pueblo gran indignación. Con este motivo se reunió el Ayuntamiento, acordando pedir al gobernador que se diese una satisfacción a aquella localidad, imponiendo a los promovedores del alboroto un severo castigo. 

Sólo resultó herido de una pedrada un sujeto apodado el Valenciano, que se hallaba en completo estado da embriaguez y sacó una navaja. 

Los detenidos en Tetuán
 
Son estos Eusebio Penagos, Vicente Morata alias Guerrillero, Antonio Acosta, José García y el apodado el Maño, todos pertenecientes a la ronda de la zona y que se encontraban en compañía del Guerrillero.

Los heridos 

En la Casa de Socorro de los Cuatro Caminos fueron curados tos siguientes: Zacarías Diez, de diez y siete años, soltero, litógrafo, da Madrid, habitante Carolinas, 21, bajo núm. 6; herido en el muslo derecho. 

Francisco Villanueva, de treinta y dos años, con accidente nervioso leve; habita en la calle de Serrano, 37, segundo.
 
Rosa Anapon, de cuarenta y un años, casada, habitante en la calle de Hernani, número 5, bajo; contusión de segundo grado en la espalda. El hecho ocurrió en la calle de los Artistas. 

Baldoinero Rubio, de quince años, soltero; herida pequeña en la mano derecha, leve, por caída casual.
 
Valeriano Lino, de diez y siete años, soltero, jornalero, de Madrid, y habitante en la calle de Mariana de Jesús, 7, Tetuán; contusión y equimosis en la mano y antebrazo derechos. 

Mercedes Valdés, de diez y siete años, soltera, de Madrid, habitante en la calle de Goyri, 9, bajo; contusión en una cadera. 

La fuga de Canuto 

A las ocho de la noche, disfrazado y oculto entre numerosos agentes de policía, logró salir Canuto de la casa en que se hallaba situado, logrando escapar así de las manos de las furiosas mujeres que le esperaban para lincharle. 

Parece quo el señor conde de Peña-Ramiro, como medida gubernativa, sa propone hacer que se ausente de  Madrid. 

—Pero, ¿y la autoridad no tiene la obligación de defenderme?—dicen que preguntó al saber esto. 

—¿Y á usted quién la manda meterse en chanchullos que le acarreen estas odiosidades? —le contestó alguien. [...]

La copla del día 

Con motivo de deber celebrarse en los Cuatro Caminos la fiesta de la Virgen de Bellas Vistas, patrona del barrio, las mujeres cantaban esta copla, que parece haber sido el grito de guerra en todo el extrarradio de Madrid:

«La Virgen de Bellas Vistas 
se ha quedado sin corona, 
porque se han llevado el dinero 
los ladrones de la zona.» 

Un herido

Manuel Campos Mestanza, de oficio trapero, fue herido casualmente viniendo en el tranvía de los Cuatro Caminos, 

Al llegar á Madrid se presentó en el Hospital da la Princesa, donde fue curado de una herida grava en la cabeza, producida por una  piedra. 

En libertad 

Anoche fueron puestas en libertad unas veinte mujeres que habían sido detenidas por la tarde en los Cuatro Caminos. 

Fielato de consumos

"A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los primeros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos. 

Habían salido a las nueve de Colmenar, con cargamento de cántaros de leche, rodando toda la noche bajo una lluvia glacial que parecía el último adiós del invierno. Los carreteros deseaban llegar a Madrid antes que rompiese el día, para ser los primeros en el aforo. Alineábanse los vehículos, y las bestias recibían inmóviles la lluvia, que goteaba por sus orejas, su cola y los extremos de los arneses. Los conductores refugiábanse en una tabernilla cercana, la única puerta abierta en todo el barrio de los Cuatro Caminos, y aspiraban en su enrarecido ambiente las respiraciones de los parroquianos de la noche anterior. Se quitaban la boina para sacudirla el agua, dejaban en el suelo el barro de sus zapatones claveteados, y sorbiéndose una taza de café con toques de aguardiente, discutían con la tabernera la comida que había de prepararles para las once, cuando emprendiesen el regreso al pueblo.". Vicente Blasco Ibáñez: La Horda

Motín en los Cuatro Caminos
(El Día, 11 de marzo de 1901)

Los abusos y atropellos que á diario cometen los vigilantes de consumos, motivaron ayer tarde un motín, que no tuvo más graves consecuencias gracias a la intervención del alcalde de Madrid  Sr Aguilera y del gobernador civil.

Próximamente a las cinco y cuarenta y cinco minutos de la tarde pasaba por delante del contra registro de los Cuatro Caminos un individuo pobremente vestido y que tenía todo el aspecto de un jornalero, 

Llevaba blusa y boina. Cuatro vigilantes del resguardo de consumos, de servicio en el referido sitio, le hicieron detenerse y le preguntaron qué llevaba de consumo.

—Llevo -contestó aquél á los dependientes- el panecillo que me voy comiendo y dos orejas de cerdo.

La respuesta no fue muy del agrado de los de consumos, los cuales comenzaron a registrarle, al mismo tiempo que descargaban sobre él sendos garrotazos.

El agredido cayó al suelo de resultas de un palo quo recibió en la cabeza y le hizo perder el sentido.

La agresión fue presenciada por bastante público, que indignado acudió en auxilio de la víctima, adoptando una actitud hostil.

Al mismo tiempo acudía una pareja de caballería del primer tercio de la Guardia civil que prestaba servicio en las proximidades del punto de donde parten las carreteras de Santa Engracia y Bravo Murillo, o sea en donde está situado el contrarregistro.

La pareja intervino, procediendo a la detención de los cuatro vigilantes.

Llámanse éstos Justo Sanz de Pedro, Enrique Boyou Núñez, Andrés Guerrero y Faustino Morales.

En los momentos en que eran trasladados los detenidos a la inspección de vigilancia, se conducía á la casa de socorro á la víctima de éstos.

Su estado era de bastante cuidado.

MOMENTOS CRÍTICOS

A la intervención de la Guardia civil debieron los dependientes de consumos el que salieran ilesos.

Alguien hizo correr la especie de que el individuo apaleado había muerto, y esto fue lo suficiente para que los ánimos se excitaran hasta el extremo de que la multitud pedía a la Guardia civil que le entregara los detenidos para lincharlos.

Gran trabajo costó a los guardias librarlos de la furia de la compacta muchedumbre, que los acompañó hasta la calle de Almansa, en donde la inspección se halla instalada.

Allí estaban el inspector Sr. Carbonell y los agentes Portales, Carbonell, Ruiz,  Fernández y Tapia.

Estos consiguieron que el público no penetrara en la inspección, pudiéndolo contener en la calle.

El aspecto que ésta ofrecía era imponente.

La calle estaba completamente llena de público. En dicho momento pasaban de ocho mil personas las allí reunidas.

Se hacía imposible salir de la inspección por tenerla cercada la multitud.

Temíase que de un momento a otra la invadiera el público.

Este se extendía hasta cerca de la glorieta de los Cuatro Caminos.

Más tarde llegaba a la inspección una pareja de la guardia civil de infantería, compuesta de los guardias Gregorio Martín Piquero y Francisco García, con el sargento  Sr. Látala, comandante del puesto de Tetuán.

Entonces pudo abandonar la inspección el señor Carbonell, quien se trasladó la a casa de socorro, con objeto do telefonear con el gobierno civil, y pedir inmediato envío de fuerzas, pues dada la actitud de las masas, podían ocurrir serios desórdenes.

FUEGO A LOS CAJONES Y AL FIELATO

A eso de la siete de la noche, y cuando aún no habían acudido fuerzas ningunas, se destacaron varios grupos que se dirigieron a prender fuego a los cajones en que se guarecen los dependientes.

Comenzó el destrozo, y bien pronto ardían todos los enclavados en el barrio del Chufero.

Fueron pasto de las llamas nueve cajones, entre éstos el del contrarregistro.

Una vez conseguido esto, marcharon los grupos más numerosos a medida que transcurría el tiempo con dirección a la Glorieta, oyéndose claramente el grito de «¡Fuego al fielato!»

Dicho esto, varios individuos se lanzaron sobre el edificio, penetrando por una ventana, pues la puerta de entrada al mismo había sido cerrada con anterioridad por los dependientes, los cuales habían abandonado dichos lugares, pues de haber permanecido allí, no lo hubieran pasado muy bien.

No se sabe sí algunos de los individuos que entraron en el fielato llevaban provisión de petróleo.

Hay quien dice que no; pero lo cierto es que minutos después de haber escalado aquéllos el fielato, sallan grandes llamas, tomando el fuego verdadero incremento.

El público permanecía contemplando el fielato, que estaba convertido en una hoguera.

Arrojaba piedras sobre él, y dependiente de consumos que se veía, era perseguido.

Se oyeron varios disparos.

Supónese que estos se cruzaron entre los dependientes de consumos y los amotinados.

LLEGA LA GUARDIA CIVIL

Ya entrada la noche llegaron a la glorieta de los Cuatro Caminos dieciocho parejas de infantería de la guardia civil y diez caballos del primer tercio, presentándose poco después tres secciones de caballería o sean cuarenta y cinco caballos, al mando del teniente Sr. Ayala.

También se presentó con fuerzas el teniente Sr. Pons. jefe de la línea de Pozas, con algunas parejas.

Los amotinados recibieron a la guardia civil con muestras de desagrado.

Los primeros hicieron gran acopio de piedras, arrojándolas sobre los de la benemérita, resultando en los primeros momentos con contusiones algunos guardias de infantería.

VIVAS A AGUILERA

Como ya hemos dicho, el conflicto pudo ser dominado merced a la intervención de las autoridades y principalmente a la del alcalde señor Aguilera cuyas simpatías y popularidad entre el pueblo, le valió un a vez más, para ser atendido en sus prudentes observaciones y consejos a los manifestantes.

Por cierto que estos, en cuanto apareció el señor Aguilera depusieron su actitud levantisca y comenzaron a vitorearlo con entusiasmo.

EL SERVICIO DE INCENDIOS

Avisado por teléfono, no tardó en concurrir al lugar del incendio, comenzando a funcionar con grandes dificultades por la escasez de agua en dicho sitio.

Los carretes tenían que llevar el agua desde la Glorieta de Quevedo.

El público protestó contra el servicio de incendios, llegando á apedrear al personal para que dejase de trabajar y quedara por completo destruido el fielato.

Fue preciso la intervención de la fuerza para que, despejando la Glorieta de Bravo Murillo, no pudieran trabajar los bomberos.

Una máquina de vapor prestó buenos servicios, pudiendo reducir el incendio hasta acabarlo.

Esto tenía lugar después de las nueve de la noche.

Los bomberos estuvieron dirigidos por los capataces Manuel López y José María González. Del fielato sólo quedaron en pie las paredes maestras.

Lo demás fue pasto de las llamas.

Asimismo lo fue gran parte de la documentación y varias barricas de vino y alguna cantidad de aceite, procedentes de aprehensiones hechas durante el día anterior.

Restablecida la calma, el público fue retirándose, presentando a las diez de la noche los Cuatro Caminos el aspecto normal.

Las autoridades regresaron á Madrid, quedando solamente en el lugar de los sucesos algunas parejas de infantería de la Guardia civil y una de caballería.

EN LA CASA DE SOCORRO

En dicho establecimiento benéfico prestaban ayer servicio el facultativo D. Enrique Ortlz y el practicante D, José María Sejo,

El primer herido fue el atropellado por los dependientes. Llamase Ciríaco Bartolí, cuenta 50 años de edad y vive con su familia en el tejar de Nieto, término de la Prosperidad.

Presentaba dos heridas en la reglón parietal, de cinco y tres centímetros de extensión, respectivamente.

Una vez curado de primera intención, pasó á su domicilio.

Después fueron asistidas en la misma Casa de Socorro hasta tres personas, todas con heridas leves.

Uno de los heridos es vigilante de consumos, y tenía una herida contusa de un centímetro de extensión en la región parietal izquierda y otra de tres centímetros en la oreja derecha.

Otro de los heridos es un cobrador del tranvía de Salamanca.

Los restantes eran guardias civiles.

Todas las heridas eran de resultas de pedradas.

DE CONFERENCIA

Anoche, de regreso de los Cuatro Caminos, conferenció el alcalde con los arrendatarios de consumos, haciéndoles presente que tenía noticias de que en los fielatos se aforaba hasta por valor de dos céntimos, y estas cosas, como otras, que constituyen otros tantos abusos, no podía consentirlas.

El Sr. Aguilera manifestó á los arrendatarios q e conferenciarían nuevamente para tratar del mismo asunto,

DETENIDOS

Además de los cuatro vigilantes d e consumos, de que hemos hecho referencia, lo fue también un sujeto llamado Anselmo González «(Chato)», a quien se le ocupó una faca de grandes dimensiones.

Registrados los dependientes de consumos detenidos, se les ocupó tres revólveres.

Han sido entregados al juez de guardia.

A última hora se hacían gestiones para prender a dos hermanos, los cuales tomaron parte activa en el motín. 


Baile en Cuatro Caminos

"Es al aire libre, en un día de invierno; la música suena como una melopea desentonada; en una tarima hay cuatro hombres, que tocan el bombo y la flauta; otros músicos, un poco más allá, les hacen a éstos competencia, armando un gran alboroto de tambores y platillos, y en el fondo de este paisaje rústico, colgado de unos grandes caballetes, suben y bajan los columpios en forma de barco con parejas de novios; las mujeres se despeinan y se aprietan la saya entre los muslos; algunas enseñan las pantorrillas por entre la enagua al descuido [...]" José Gutiérrez Solana: Un baile de criadas en Tetuán. El ran-cataplán.


13.- Casa de Salud de San José y Santa Adela para enfermas de la matriz-Paseo de Ronda y paseo de la Dirección del Canal. 14.- Asilo nocturno de Santa Cristina-Paseo de la Dirección del Canal.


Fundación de Adela Balboa, en 1893 se produce la compra de un terreno para la construcción de un hospital y cuyo precio fue de 94.466 pesetas. Se coloca la primera piedra el 16 de julio y se proyecta un edificio con cuatro pabellones que circundan un espacio rectangular, en ladrillo y con estilo gótico mudéjar que se concluyó en el año 1911. Obra de José Marañen y Gómez Acevedo, concluido por Daniel Zavala y Alvarez, fue el primer edificio construido en el Paseo de Ronda, antiguo de los Aceiteros, en la zona de Cuatro Caminos. Comenzó a funcionar como Hospital de la Cruz Roja, a raíz del desastre de Anual y por iniciativa de la duquesa de la Victoria.

CHAMARTÍN DE LA ROSA

1.- Casa Consistorial y cárcel. 6.- Escuela de niñas. 8.- Escuela de niños. 9.- Ermita de Nuestra Señora delas Victorias. 14.- Plaza de Toros. 17.- Fábrica de electricidad.


3.- Alcaldía del barrio de los Castillejos. 7.- Escuela de niños. 16.- Oficina de la Compañía Madrileña de Urbanización y Estación de Tranvía de la Ciudad Lineal.

4.- Alcaldía del barrio de la Huerta del Obispo. 10.- Ermita de San José.

15.- Matadero Municipal.


18.- Portazgo antiguo, hoy casa de Peones camineros.


FUENCARRAL



1.- Alcaldía del barrio de la Huerta del Obispo. 2.- Matadero.

 





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