TRABAJADORAS ESENCIALES
En la película, La Educación de las Hadas, dirigida por el ya
desparecido director, José Luis Cuerda, hay una escena donde un niño pregunta a
Ricardo Darín, si existen las hadas. El le viene a decir, que por supuesto
existen. Son aquellas que se levantan muy temprano para ir a trabajar. Además
se las reconoce porque tienen cicatrices.
El próximo 8 de marzo, Día de la Mujer, al que añadimos, lo
que fue en sus orígenes, Día de la Mujer Trabajadora, la Casa Vecinal de Tetuán
hace un reconocimiento explícito de las trabajadoras esenciales. Se habló de
ellas en la primera ola de la pandemia. Son aquellas mujeres anónimas, que con
frecuencia tienen salarios y trabajos de miseria, precarizados, pero que llevan
todo el peso y el engranaje para que desde la base y desde lo más elemental de
nuestras vidas cotidianas, todo funcione. Nos acordamos de ellas cuando nos
faltan. Limpian casas, asean y cuidan de nuestros mayores. Limpiadoras de
hospitales, negocios, locales. Son también las cajeras habituales que nos
encontramos cuando vamos al supermercado y aquellas que reponen en los mismos.
Mujeres sin contrato de trabajo y sin convenio que las proteja, trabajando de
internas en casas para llevar todo el peso de la misma. Aquellas otras, camareras
de hoteles, las famosas Kellis, que limpian en menos de 15 minutos una
habitación de hotel tras otra, en una fatiga interminable.
Sirvan sus testimonios que recogemos aquí en nuestro blog,
para reconocerlas, nombrarlas y defenderlas.
“…el mundo es un sitio que
se ensucia cada día y que necesita ser permanentemente barrido, lavado,
desengrasado, encerado, abrillantado; la gente no se da cuenta de que alguien
viene detrás limpiando lo que manchan”
La Mano Invisible. Isaac
Rosa.
¡Viva el 8 de Marzo. Viva
el Día de la Mujer Trabajadora!
Entrevista: Tania Pasca Parrilla, auxiliar de enfermería
Dolor sin gloria en el 12 de octubre: una auxiliar ante el coronavirus
Justo
el día que el equipo de Madrid Sindical se cita con ella para
realizar esta entrevista salta la noticia de que la gerente del Hospital
Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares pretendía retirar los
dispositivos móviles a los pacientes para impedirles comunicar con sus
familias y forzar su traslado al centro de pandemias Isabel Zendal. “Estoy
indignada”, nos dice. “Quienes gestionan la sanidad madrileña anteponen
descaradamente sus intereses políticos sobre el bienestar de las
personas enfermas. Es inhumano. No tienen ni idea de lo que ocurre
en la habitación de un hospital ni del sufrimiento de los enfermos y del
personal sanitario”.
Tania podría darles una lección magistral al respecto. Su
labor, esencial entre las esenciales, consiste en atender y
acompañar en su día a día hospitalario a las personas ingresadas: asearlas,
servirles la comida, movilizarlas y colaborar con el personal de enfermería en
todo lo que se les requiera. Su testimonio nos acerca hasta la misma cabecera
de la cama de las personas contagiadas. “Hoy me tocó despedir a Juana,
cerrarle los ojos para siempre a quien apenas he conocido. Siento mucho ser yo
quien esté aquí contigo y no un familiar tuyo”, apunta en el cuaderno de
bitácora el día 26 de su personal batalla contra el coronavirus.
“Nos llaman ‘limpiaculos’, pero
yo no reniego. Nuestra labor aporta dignidad a los pacientes”
Se pregunta qué pensarán los pacientes cuando contemplan a
las auxiliares ‘disfrazadas’ de astronautas en medio de un
silencio ensordecedor. Es gente mayor en su mayoría, aislada en habitaciones
cerradas a cal y canto, sin poder salir y desorientada. Lo peor es cuando no
pueden respirar y se arrancan las mascarillas, desesperados se quitan hasta la
ropa e intentan salir de la habitación buscando el aire que no entra en sus
pulmones. Se desploman antes de alcanzar la puerta.
A la situación de colapso general hospitalario se suma en el 12
de Octubre la falta de espacio en las habitaciones, que dificulta enormemente
la atención a los pacientes. Comenta Tania que uno de los motivos que la
empujaron a publicar su diario fue dar a conocer las graves
deficiencias de todo tipo que arrastra este hospital público,
inaugurado en 1973 y que según la web de la Comunidad de Madrid es “uno
de los centros sanitarios de mayor prestigio nacional e internacional, gracias
a su equipamiento tecnológico, instalaciones…”. Pero la realidad es
otra, al menos por lo que se refiere a las instalaciones de la residencia
general.
“No hay espacio para el carro de parada respiratoria y en los aseos no cabe un andador”
“Los pacientes se hacinan en pequeñas y viejas habitaciones sin ducha [en la sexta planta solo hay dos duchas para 25 habitaciones, la mayoría dobles] y con un mobiliario antiquísimo que lo único que hace es estorbar”, denuncia la auxiliar. “El aseo es un habitáculo tan minúsculo que no cabe ni una silla de ruedas ni un andador; los atriles donde se sirve la comida ruedan muy mal y no se ajustan bien al paciente; los sillones son armatostes que pesan una tonelada y es imposible desplazarlos; cuando las enfermeras necesitan acceder con el aparato de la tensión hay que liar una increíble, echar a un lado el sillón, hacia otro la mesilla…; tampoco hay espacio para el carro de parada respiratoria…”
– ¿Y cuándo se produce un infarto…?
– “Una odisea. Hay que sacar una de las camas al pasillo
para acceder con el carro de parada respiratoria, todo esto en medio de
una emergencia y muchas veces con la persona infartada tirada en el suelo
de una habitación en la que no te puedes ni mover. Es lamentable. Yo
suelo proponer irónicamente llamar al 112. Y como las habitaciones son
compartidas, si se muere un paciente y tardan en llevárselo porque no hay
sitio en el mortuorio, si el compañero necesita ir al aseo, o se aguanta
durante horas o tiene que saltar por encima del cadáver. Es de
película de terror. Esto pasa muchísimas veces. Los pacientes se
quedan en shock”.
“Compartimos sin remedio
todo lo que el cuerpo humano es capaz de excretar”
La auxiliar de enfermería reivindica un oficio que realizan en su inmensa mayoría mujeres, poco conocido (las confunden con enfermeras) y nada valorado, incluso despreciado. “Hay quien despectivamente nos llama ‘limpiaculos’, pero yo no reniego de ello. Alguien tiene que hacerlo y es una tarea que aporta dignidad a las personas enfermas”. Otra de sus quejas permanentes es la indefinición de sus funciones. “Nos toca hacer cosas que no sabemos en qué punto del manual de auxiliar de enfermería se recoge o en qué temario de oposiciones se dice que tenemos que ir a lavandería a buscarte la vida con los camisones, o llevar los arneses a lavar, lo que además te obliga a abandonar tus quehaceres propios”.
“Lo peor es cuando no pueden respirar y desesperados se quitan las mascarilla y hasta la ropa”
Fueron ellas sobre todo
quienes mayoritariamente se encargaron de transformar las plantas de
hospitalización quirúrgica en planta COVID-19. La “tropa sanitaria”, como llama
Tania a su colectivo profesional, hizo gala de un enorme ingenio y capacidad de
improvisación para organizar los espacios y buscar hueco para el nuevo
material. En su planta, dedicada normalmente a traumatología y cirugía
plástica, movieron armarios, mesillas, camas, atriles… Lo hicieron a
contrarreloj para acoger a personas infectadas que se amontonaban en las
urgencias. “A cada paso nos damos cuenta de la precariedad material y de
personal en la que se ha sumido a los hospitales públicos en los últimos años”,
escribió el 18 de marzo de 2020, cuando llegaron los primeros pacientes covid a
su planta.
Por descontado que tienen mucho miedo al contagio. Las auxiliares entran continuamente a las habitaciones, “donde yace gente hirviendo de fiebre, agotada, agonizando sola y donde todo lo que el cuerpo humano es capaz de excretar es compartido sin remedio”. Tania propuso a sus ‘compas’ apañarse entre ellas para proteger a las más vulnerables a los estragos del virus. Las mayores de 60 años, embarazadas y asmáticas no entrarían a las habitaciones covid. “Yo soy joven”, aduce, “no tengo patologías y mis hijas son mayores. Decidí asumir el riesgo”.
Más de cuatrocientas
auxiliares de enfermería de la sanidad pública madrileña están de baja
En abril Tania ya no lograba desconectar por las noches. Acudía a al hospital sin haber pegado ojo para enfrentarse a una interminable y durísima jornada. Estaba exhausta. Contactó con el servicio de salud mental y comenzó a tomar pastillas para poder descansar. Aguantó tres meses más, hasta julio, cuando la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático la dejaron fuera de juego. También se contagió de covid. Aún sigue de baja laboral. Muchas de sus compañeras han ido cayendo, unas por haberse contagiado, otras por colapso emocional. “Y las que no han caído aún lo harán en la tercera ola”, advierte
“La estrategia de la Consejería de Sanidad es apretarnos las clavijas. Nos ponen pegas hasta para cogernos los días de libre disposición y al final hay tal cantidad de bajas que yo ya no conozco a la mitad del personal”.
Según los datos facilitados
por la Federación de Sanidad de CCOO de Madrid correspondientes al pasado 25 de
enero, 401 auxiliares de enfermería de la sanidad pública madrileña permanecen
de baja por enfermedad
FUENTE: MADRID SINDICAL
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