sábado, 11 de diciembre de 2021

02 Los orígenes de Tetuán. Cerámica Mirasierra




Antes del paleolítico el lugar que hoy ocupa Madrid presentaba una topografía bastante distinta de la actual, pues se encontraba cerca del gran lago central de una depresión cerrada en la que se depositaban los sedimentos procedentes de la erosión de la sierra de Guadarrama, que constituyen la base sobre la que luego el Manzanares excavaría su valle. Durante el aragoniense, periodo al que pertenecen la mayor parte de los restos de fauna terciaria hallados en Madrid, el sur de la ciudad estaba ocupado por una zona pantanosa en la que vivían mastodontes y tortugas gigantes cuyos restos han aparecido en lugares como la Casa de Campo, La China, el Cerro de la Plata, Tetuán o Peña Grande. Esta cuenca cerrada empezó a desaguar hacia el mar al aparecer la moderna red fluvial del Tajo, en un momento difícil de fijar con exactitud entre 2.000.000 y 1.500.000 años.
La mayor parte de los fósiles recuperados son mamíferos: mamuts, elefantes, hipopótamos, rinocerontes, renos, ciervos mastodontes, etc. Unos vivían al amparo del bosque, otros del páramo o estepa y el resto en zonas húmedas próximas a los cursos de agua, como el Manzanares.

Según señalan Alicia Díez de Baldeón y Flora López en su libro Historia de Tetuán: “La zona que ocupa actualmente el distrito de Tetuán debía corresponder a este último tipo de vegetación y medio, como lo demuestran los vestigios encontrados en el yacimiento de la Cerámica Mirasierra: un mastodonte y un quelonio o tortuga”.[1]

Dieciocho millones de años después, en 1959, Julio Martínez Santa-Olalla, director del Instituto Arqueológico Municipal, reconstruía así los últimos momentos del mastodonte:

Un mastodonte, huyendo de peligros inminentes o simplemente cansado, desconociendo la naturaleza pantanosa del valle en el que se hallaba, se metió en una ciénaga y con su enorme peso quedó prisionero entre el barro y las arenas. Sus desesperados esfuerzos le fueron enterrando más y más. Quedó acostado del lado derecho, hundido en el espantoso lecho del barro; las garras en la ciénaga y el corazón roto por la presión de aquella agonía entre el lodo y la muerte, por aquel drama remoto y angustioso bajo el silencio de las estrellas siderales. La tierra acogió a un cadáver, no a un esqueleto; el animal no fue devorado por otras bestias de su tiempo, quedó intacto en las arenas de la inmensa charca donde se hundió su cuerpo”.[2]


Reconstrucción de un paisaje miocénico de Madrid típico de zonas pantanosas. Dibujo: Mauricio Antón[3]

El hallazgo se produjo el 7 de octubre de 1959 cuando en el transcurso de las actividades propias de la Cerámica, a unos 8 m. de profundidad, apareció una leve línea blanca, como de tiza, de unos 10 cm. de longitud que desde el principio se identificó como un hueso. Se cursó el correspondiente aviso al Instituto Arqueológico Municipal. Se excavó cuidadosamente en superficie y poco a poco, ante el asombro de todos, fue surgiendo un cráneo completo “en conexión anatómica con la mandíbula correspondiente.”[4]

 

Bernardo Sáez Martín en la excavación de la Cerámica Mirasierra[5]

El animal, en posición tumbada sobre el costado derecho, mostraba la boca abierta, largos incisivos superiores, mandíbula con dos incisivos inferiores y varias muelas. Contando los colmillos, considerados de “talla media” (96,5 cm de longitud), el fósil alcanza los dos metros de longitud. Para evitar su deterioro, los restos se trataron con productos químicos y plásticos.[6]

Aunque se pensaba que podía llegar a encontrarse el esqueleto completo dado el buen estado del cráneo, no se tuvo más noticia de huesos ni tampoco se recoge ningún hallazgo posterior (posiblemente esté hoy día por la zona, sepultado por los cimientos de algún edificio). Con todo, era el primer cráneo completo hallado en España y uno de los pocos existentes en el mundo por entonces. De ahí que tuviera una enorme repercusión mediática, convirtiendo la excavación en una especie de espectáculo al que incluso acudieron los colegios con los niños y las autoridades. Los restos fueron trasladados al palacete de la Fuente del Berro, donde el Instituto tenía su sede y donde se estableció el Museo Arqueológico Municipal.

 

Bernardo Sáez Martín trabajando en la excavación de la Cerámica Mirasierra ante la atenta mirada de niños y mayores que acudían a ver el mastodonte.[7]

Su clasificación inicial y datación no estuvo clara. En el Diario Arriba, se hablaba de un Mastodons angustidens de hace 20 millones, mientras que en Tiempo Nuevo lo clasificaban como Trilophodon angustidens y le atribuían una antigüedad de 30 millones de años. Posteriores estudios pormenorizados (Mazo, A. V. 1976) concluyeron que realmente era un Gomphotherium angustidens y su antigüedad de alrededor de 18 millones de años.

 

Arriba, 17 de octubre de 1959

Los mastodontes pertenecen al orden de los proboscídeos y pueden considerarse los antecesores de los elefantes.[8] Aunque cuenta con 3 únicas especies, el orden Proboscidea alcanzó en el pasado una notable diversidad, con hasta 18 familias diferentes, de las cuales solo una, Elephantidae, ha llegado a la actualidad. Uno de los rasgos más característicos de los proboscídeos es la presencia de una trompa derivada de la fusión de la nariz y el labio superior, larga y flexible, que les permite obtener alimento, defenderse, emitir sonidos, etc. También poseen incisivos de crecimiento continuo, llamados defensas, que usan también con gran destreza para excavar en busca de agua o sales minerales, o incluso para descortezar los troncos de los árboles y conseguir alimento en épocas de sequía.[9]

 

Gomphotherium angustidens, por Mery Labrador Selma. Acuarela

Durante el Mioceno, los gonfotéridos, como el Gomphotherium angustidens, fueron los proboscídeos dominantes en las faunas de mamíferos. Se calcula que los Gomphotherium llegaron a la Península Ibérica en el Mioceno medio, hace aproximadamente unos 18 millones de años. Eran de talla pequeña o media, es decir, de un tamaño similar al elefante asiático actual. Tenían la cabeza baja pero muy alargada de delante atrás. Presentaban dos colmillos superiores divergentes y curvados hacia abajo y dos incisivos inferiores en el extremo de una larga articulación cartilaginosa, muy juntos entre sí formando una especie de receptáculo y curvados hacia arriba en forma de cuchara, que probablemente utilizarían para excavar en el suelo en busca de raíces y tubérculos.[10]

Como fauna compañera se halló a diez metros un quelonio identificado como Testudo de grandes dimensiones. Su clasificación no ha estado siempre clara. Los primeros ejemplares se atribuyeron a una pretendida nueva especie pobladora de las llanuras pantanosas de la meseta y fueron denominadas Testudo bolivari, en honor de Ignacio Bolívar y Urrutia, director del Museo de Ciencias Naturales. Más tarde estas tortugas fueron incluidas dentro del género Cheirogaster, con lo que la especie sería Cheirogaster bolivari.

Posteriormente el género Cheirogaster, ha quedado restringido a una única especie, de menor tamaño -40 cm de longitud-, que vivió en Francia hace unos 35 millones de años. Por su parte, las tortugas gigantes que habitaron Europa y Asia occidental, hace entre unos 20 y dos millones de años, fueron incluidas en un nuevo género de tortugas 'titánicas', Titanochelon.

 

 


 

Su caparazón podía medir hasta dos metros, era relativamente bajo pero de anchas dimensiones y sus extremidades, muy robustas, estaban cubiertas por grandes escamas osificadas, a modo de una coraza protectora. Eran de hábitat terrestre, pero siempre en las proximidades de extensas láminas de agua y zonas pantanosas. Su aspecto sería similar al de las actuales tortugas de las Islas Galápagos. La solidez de sus caparazones junto con la escasez de predadores potenciales permitió que un gran número de ejemplares fosilizaran y hayan llegado hasta nuestros días.[11]

 

Reconstrucción de uno de los muchos posibles paisajes madrileños en los que habitaron y luego fosilizaron las tortugas gigantes del Mioceno.[12]

En el año 2000, los restos se trasladaron del palacete de la Fuente del Berro al Museo de los Orígenes en la Casa de San Isidro. Los restos de la tortuga llegaron muy deslavazados y no se pudo reconstruir.

 

Acuarela sobre papel. 1961 de Miguel Ourbanzoff. Foto: Pablo Linés Viñuales. Museo de San Isidro. Los orígenes de Madrid. Biblioteca digital memoria de Madrid[13]

El excelente estado de conservación del mastodonte ha llevado a realizar varias réplicas para diferentes museos, tanto españoles como extranjeros. Una de las más famosas fue la que se hizo para el Museo de Fósiles Mizunami de Japón en 1996. Se contrató a una empresa de restauración (Pool Dickynson) a la que el encargo le supuso un gran desafío por el inusual tamaño del fósil.

 

Colocando las réplicas en conexión anatómica[14]

Otra réplica del mismo ejemplar puede verse en el Museo Geominero de Madrid.

 

Copia del Museo Geominero

 ANEXO

Norma lateral del cráneo del G. angustidens (CUVIER) de Tetuâi de las Victorias, Madrid[15]

 

Fig. 1.- Norma superior de la mandîbula del G. angustidens (CUVIER) de Tetuân de las Victorias, Madrid. Fig. 2.- Norma lateral de la misma mandîbula.[16]

 

Norma oclusal de la series dentarias inferiores del G. angustidens (CUVIER) de Tetuân de las Victorias, Madrid.[17]

 

 



[1] DÍEZ DE BALDEÓN GARCÍA, Alicia y LÓPEZ MARSA, Flora: Historia de Tetuán. Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1987, pág. 10

[2] AMIGOS DE LA DEHESA DE LA VILLA: 1ª Parte - Mastodontes y tortugas prehistóricas en los alrededores de la Dehesa de la Villa: hace 18 millones de años. Dehesa de la Villa naturaleza viva. 4 de  diciembre de 2010.  Incluida en http://amigosdehesa.blogspot.com/2010/12/1-parte-mastodontes-y-tortugas.html?showComment=1615310339734 [consultado el 8 de marzo de 2022]

[3] ANTÓN, Mauricio y MORALES, Jorge (Coordinadores): Madrid antes del Hombre. Comunidad de Madrid, Consejería Educación y Cultura, 2009

[4] MAZO PÉREZ, María Victoria: Revisión de los mastodontes de España. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Biológicas, Madrid, 2015, pág. 233

[5] Foto de autor desconocido, 1959; Museo de los Orígenes, Madrid

[6] Los hallazgos fueron recogidos en la prensa de la época: Diario Arriba, 17 de octubre de 1959, y Tiempo Nuevo, nº 70 diciembre de 1959.

[7] Foto: autor desconocido, 1959; Museo de los Orígenes

[8] Los Proboscídeos son los primeros fósiles de Madrid sobre los que se tiene noticia, ya que existe una carta de PROUST a LAMETHERIE fechada en 1806 en la que se comenta el hallazgo de restos de estos animales en los cimientos del Puente de Toledo. MAZO, A. V.: Proboscídeos del área de Madrid. En Mamíferos Terciarios y cuaternarios del municipio de Madrid. 1983.

[9] ANTÓN, Mauricio y MORALES, Jorge (Coordinadores): Madrid antes del Hombre. Comunidad de Madrid, Consejería Educación y Cultura, 2009

[10] ANTÓN, Mauricio y MORALES, Jorge (Coordinadores): Madrid antes del Hombre. Comunidad de Madrid, Consejería Educación y Cultura, 2009

[11] Restos de una tortuga gigante del Mioceno también aparecieron en el tejar de Saturnino Vega. ALBERDI, M.T. MAZO, A.V., MORALES, J. y SORIA, D.: Antecedentes sobre los macromamíferos terciarios de Madrid. En Mamíferos Terciarios y cuaternarios del municipio de Madrid. Informe, 1983, pág. 74

[12] Dibujo: autor no especificado, en Nicolás Checa, M.E. (2006): Terciario y Cuaternario en la Comunidad de Madrid; Consejería Transportes Infraestructuras CAM

[13] Acuarela en la que se representa el elefante de Orcasitas y el Mastodonte de Mirasierra en su emplazamiento en el Instituto Arqueológico Municipal en el palacete de la Fuente del Berro. En la acuarela vemos el cráneo y las defensas del elefante completamente enyesados y todavía con la estructura metálica habilitada para el transporte. Entre las dos defensas se aprecia otro cráneo, también enyesado de un mastodonte excavado en octubre del mismo año por el mismo equipo en la cerámica de Mirasierra.

[14] QUESTIONS: Hacia Japón va un cráneo, rin rin. 24 de diciembre de 2013. En  http://carlosradar.blogspot.com/2013/12/hacia-japon-va-un-craneo-rin-rin.html [consultado el 13 de marzo de 2022]

[15] MAZO PÉREZ, María Victoria: Revisión de los mastodontes de España. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Biológicas, Madrid, 2015, pág. 543

[16] MAZO PÉREZ, María Victoria: Revisión de los mastodontes de España. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Biológicas, Madrid, 2015, pág. 545

[17] MAZO PÉREZ, María Victoria: Revisión de los mastodontes de España. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Biológicas, Madrid, 2015, pág. 547


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