domingo, 31 de diciembre de 2017

Los últimos locos del cerro

El montículo, situado en la Dehesa de la Villa, se está quedando sin los grupos de deportistas que le dieron nombre hace al menos noventa años


CARLOS MORENO GINÉS
Madrid, 31 DIC 2017

Ángel Vázquez Sarti en la torre de telecomunicaciones de la Dehesa de la Villa. 

"Debemos quedar unos 15 o 20", confiesa José Luis Martín Sánchez, de 80 años. Luis de Antonio García, de 70 años, tiene claro que la causa del declive de la zona como espacio deportivo se ha debido especialmente a que "los deportistas originales han ido murieron o perdiendo el interés en el cerro y sus hijos y nietos no han continuado la costumbre". El propio de Antonio admite que, desde que nacieron sus nietos hace unos seis años, prefiere quedarse con ellos a jugar, y además la prótesis en su rodilla le impide hace deporte como le gustaría.

De Antonio afirma que aquel "encanto de lugar" fue en su momento un "refugio para deportistas". "En Madrid había muy pocos gimnasios, y los que habían estaban en el centro y eran caros. El cerro era el único sitio donde se podía hacer deporte gratis", explica. Conoció aquel sitio con seis años, ya que su hermano mayor solía hacer deporte allí. Años más tarde frecuentó el cerro para prepararse para las pruebas físicas de bombero.

Los tiempos de esplendor del cerro fueron entre los años setenta y ochenta. "Había colas de gente para ducharse en el caño después de hacer deporte. Familias venían aquí a pasar las vacaciones, a tomar el sol, a jugar al fútbol y a tomarse algo en el quiosco", recuerda de Antonio. El frontón y la pelota vasca eran las disciplinas reinas en la zona, y se practicaba utilizando la pared de la torre del transformador. "Se montaban buenas colas para jugar a la pelota [vasca], incluso había peleas y discusiones por los turnos. Allí jugábamos y nos apostábamos las pelas o un vermú", explica Martín.

Aquellos hombres sudorosos y medio desnudos no pasaban desapercibidos para los curas de un colegio próximo con vistas al cerro, hoy en día el Colegio Mayor Santo Tomás de Aquino, y solían avisar a las autoridades. "Cuando alguien veía venir a los grises, nos pegaba un grito y nos poníamos rápidamente los pantalones", comenta de Antonio. Martín recuerda cómo una vez detuvieron a dos amigos suyos: "Estaban duchándose en el caño en calzonas cuando llegaron los grises. Se los llevaron detenidos a comisaría y los acusaron de maricas. Les aplicaron la ley de vagos y maleantes". Nada de aquello consiguió frenar las actividades deportivas en la zona.

Amigos del grupo de deportistas del Cerro de los Locos durante una barbacoa en el 'Parlamento'. 

Recientemente, el cerro enfrenta una nueva amenaza: el futuro de la antigua torre del transformador (desde hace años de telefonía) está en entredicho desde que se decidió quitar las antenas. El consorcio no se ha manifestado aún sobre el futuro de la estructura. Las paredes de la torre han sido utilizadas desde hace décadas para jugar al frontón y la pelota vasca, de los deportes más populares de la zona.

Ángel Vázquez Sarti, de 75 años y acróbata de circo y titiritero, afronta la situación con resignación aunque con buen ánimo, pero que peligre la torre le preocupa enormemente. Cuando el Ayuntamiento de Madrid compró los terrenos, reconvirtió la torre del transformador en una de telefonía y cedió a Vázquez un espacio de la misma. Allí guarda aparejos de jardinería para cuidar las plantas de la zona, raquetas de pádel, pelotas y cientos de fotografías de los deportistas que frecuentaron el cerro, las más antiguas datadas de los años 40. También ha reunido numerosos recortes de periódico de reportajes y noticias sobre el cerro o de los personajes más ilustres que han pasado por ahí, como el campeón de Europa de boxeo Young Martín o el embajador de Japón en la década de los 40, Yakichiro Suma.

Imágenes de deportistas y acróbatas en el Cerro de los Locos. 
Vázquez no es solo la memoria del cerro, sino también el responsable de su cuidado y mantenimiento en los últimos 40 años. "Cuando empecé a venir aquí estaba todo pelado, solo estaban las trincheras de la Guerra Civil. Como mis padres solían llevarme al monte, desarrollé bastante conciencia ecológica, así que pensé en plantar algunos árboles", explica Vázquez. Así consiguió, con ayuda de los demás la zona con más de 100 árboles entre fresnos, encinas y moreras, sin contar con arbustos de romero, retama e incluso algunas chumberas. También fue el principal impulsor de la construcción de unas gradas (que ellos llaman el Parlamento) y de la colocación de barras y bancos para hacer ejercicio.

Todos los que le conocen coinciden en que el Cerro de los Locos no sería lo mismo sin él. Su hermano Miguel afirma que el cerro "es su vida, le ha costado dinero y mucho tiempo". Cuando se le pregunta sobre su devoción a ese lugar, afirma que "si tuviera una casa en la sierra haría lo mismo, pero como no la tengo y aquí venía todos los días, me hice mi propia casa en la sierra". De Antonio lo tiene muy claro: "Cuando Ángel muera, el cerro morirá con él".

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