lunes, 10 de junio de 2019

Las madres de la historia vegetal de Tanzania


Las madres de la historia vegetal de Tanzania

Dos jóvenes investigadoras tanzanas son las pioneras en su país en arqueobotánica, disciplina que estudia los restos vegetales en contextos arqueológicos, y han logrado avances notables pese a la escasez de medios para realizar su trabajo. Ya las llaman las “heroínas de la investigación"

Cecylia Mgombele (derecha) y Sinyati Robinson Mark, dos estudiantes tanzanas de posgrado de la Universidad de Dar es Salaam (LVD)

Tanzania reposa en la orilla oriental de África, a lo largo de la costa del Índico y abre la vía al corazón de los Grandes Lagos y el interior del continente. Sus costas atrajeron a árabes, portugueses y británicos, entre otros pueblos. Aquella mezcla de civilizaciones cambió la organización política, la cultura, la estructura social y las creencias de los pobladores originales y abrió las vías a la trata esclavista, el comercio transoceánico y una incipiente globalización. Aquella fusión de pueblos también cambió la tierra: la urbanización de la costa y las rutas de las caravanas de marfil y esclavos modificaron los patrones de los cultivos primigenios, introdujeron nuevas semillas y abrieron oportunidades económicas con la producción de excedentes de variedades locales y foráneas. Estudiar esos cambios en la agricultura y su influencia social es clave para comprender mejor la historia de aquellos pueblos y su evolución. También es un casi una hazaña si eres mujer y has nacido en Tanzania.

Cecylia Mgombele y Sinyati Robinson Mark, dos estudiantes tanzanas de posgrado de la Universidad de Dar es Salaam, son las madres de aquel legado vegetal. Las jóvenes son dos de las tres mujeres de Tanzania que han puesto las bases en su país de la arqueobotánica, disciplina que consiste en hacer arqueología a partir de los restos vegetales del pasado. Es un trabajo laborioso, complejo, y en su caso lleno de obstáculos: investigan con un microscopio prestado de otro departamento de su universidad y manuales y libros de referencia que les hacen llegar colegas de todas partes del mundo. Pese a la escasez de herramientas y medios, han levantado los cimientos de la arqueobotánica en su tierra.

Durante un congreso internacional de investigadores en arqueobotánica africana celebrado en Casa África, las dos pioneras de la historia verde de Tanzania explicaron sus avances. Cecylia ha optado por investigar donde nadie miraba: el intercambio de cultivos y plantas durante el comercio de las caravanas de esclavos y marfil en el siglo XIX en el interior tanzano. “La mayoría de los estudios se centran en la costa y en la interacción entre Tanzania y China y Europa, pero no hay tanta investigación en lo que se refiere al interior. He descubierto mucho material de las sociedades originales en esa zona, como el ragi o mijo de dedo, un cultivo local, y cultivos extranjeros como el arroz asiático o el maíz que los portugueses importaron del Nuevo Mundo”.

Según los estudios de la joven tanzana, las semillas que llegaron desde otras partes del planeta en las caravanas tuvieron un impacto importante, pero no sustituyeron el conocimiento heredado durante siglos por los pueblos locales. “Incluso después de la introducción de estas nuevas plantas mediante el comercio de caravanas, al menos en Tanzania, las sociedades locales mantuvieron los cultivos propios. No los abandonaron. Producían tanto para la exportación como para el autoabastecimiento y todo tipo de cultivos: era una economía mixta”.

Por su parte, Sinyati Robinson Mark ha centrado sus estudios en una pequeña franja costera del norte y un período anterior, en el siglo XV, cuando la llegada del nuevo mundo impactó de pleno en los pueblos de la región. Pese a la profunda influencia la colonización portuguesa y árabe en la costa oriental africana, las comunidades conservaron su orgullo por la tierra. “A pesar de la llegada de extranjeros que cambian las políticas económicas la situación de la población local y la cultura, la gente local se las arregla para mantener su sistema de cultivos tradicional. Hay ligeros cambios, como la opción de nuevos cultivos: por ejemplo, el maíz, que llegó en el siglo XVI desde América, el clavo que llega con los árabes y se cultiva en Zanzíbar”.

Aquel aprendizaje por el contacto con otras culturas, generó cambios en las comunidades suajilis, que se adaptaron a las crecientes oportunidades del desarrollo urbano y cultivaron excedentes de sorgo, maíz y otros vegetales. En los escritos antiguos, Sinyati ha encontrado el germen de una suerte de globalización en los huertos tanzanos. “Las comunidades empezaron a cultivar cocos para exportar e intensificaron ese cultivo desde el siglo XVI, particularmente en el XIX. También he descubierto sésamo exportado a la India en los siglos XVII y XIX”.

De izquierda a derecha: Sarah C. Walshaw, que actúa como mentora de las tanzanas; Robinson; Leonor Peña Chocarro; Mgombele y Jacob (LVD)

Cecylia explica que la arqueobotánica tanzana empieza a ponerse en pie ahora gracias a la pasión de tres mujeres, la comprensión de su universidad y la cooperación alemana y canadiense. Muchas semillas para las colecciones de referencia les han llegado de otros países africanos, como Etiopía, junto con manuales para identificar semillas de cultivos y plantas silvestres. El equipamiento del pequeño laboratorio en el que trabajan procede de Canadá y piden el microscopio prestado al departamento de Botánica de su universidad.

Sinyati es la tercera arqueobotánica tanzana. Cecylia, la segunda. La pionera es otra joven mujer, como ellas, que todavía colabora ocasionalmente en sus investigaciones aunque ahora trabaja en el sector privado y se dedica a otras cosas. Guía al trío de madres de la historia vegetal de Tanzania otra mujer: la canadiense Sarah C. Walshaw, investigadora de la Universidad Simon Fraser.

Sinyati Robinson Mark apunta que procede de una comunidad de pastores y que sus padres sentían curiosidad por lo que hacía desde el principio. “Les dije que pertenecemos a una comunidad de pastores y por eso intento mirar al otro lado del mundo”, dice con sencillez. “Quizás esto pueda contribuir a mi comunidad para que puedan entender cómo es el mundo del cultivo y de los agricultores”.

Cecylia y Sinyati admiten que trabajar en arqueobotánica en Tanzania es un desafío. “Estamos intentando trabajar en condiciones difíciles: no hay manuales propios (tienen cultivos globales, no específicos de Tanzania) y estamos desarrollando una colección de referencia nosotras mismas”, expone Sinyati. “Ahora no hay ningún curso en la universidad, así que aprendemos la metodología y todo por nuestra cuenta, con libros y material que encontramos. Queremos hacer crecer la arqueobotánica en nuestro país. Creo que es muy importante en Tanzania y el este del continente porque nos explica los cambios culturales y la interacción entre países africanos y el resto del mundo”.

Para Leonor Peña Chocarro, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y una de las organizadoras del 9º Congreso de Arqueobotánica Africana que se desarrolló a finales de junio en Las Palmas de Gran Canaria, mujeres como Cecylia y Sinyati son “heroínas de la investigación”. “Trabajan en unas condiciones en las que muchos no podríamos hacerlo”, observa. “Sin manuales, sin colecciones de referencia. Les faltan equipos. Les falta de todo”.

El congreso en el que las dos jóvenes tanzanas participaron se celebra de manera regular desde hace tres años: el primero arrancó en Cracovia (Polonia), en 1994, gracias a otra mujer, Krystyna Wasylikowa. Se ha celebrado en Leicester (1997), Francfort (2000), Groningen (2003), Londres (2006), El Cairo (2009), Viena (2012) y Módena (2015). Precisamente en Módena se instauró el premio Ahmed Fahmy, en honor al gran investigador egipcio ya fallecido, que permite a estudiantes africanos que empiezan sus carreras en arqueobotánica codearse con expertos e investigadores de todo el mundo, exponer sus conocimientos y aprender. Gracias a él, llegaron a Canarias y el 9º Congreso de Arqueobotánica Africana las “madres” de esta disciplina en Tanzania. Leonor Peña recuerda que muchos estudiosos europeos trabajan en África, pero la investigación en este ámbito realizada por investigadores africanos es todavía bastante marginal. “Este congreso es una manera de llamar la atención sobre el hecho de que África también produce conocimiento”, advierte.

En esta cita científica, organizada gracias a la colaboración de la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias, el CSIC, el Cabildo de Gran Canaria y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, participaron también Ismail Ziani (Marruecos), Malebogo Mvimi (Botsuana) y Amr Khalaf Hamed Shahat (Egipto). Savia joven y apasionada que mostró que la arquebotánica africana hecha por los africanos goza de una salud excelente y se proyecta con ilusión y fuerza en el futuro.

FUENTE: La Vanguardia


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